domingo, 5 de abril de 2015

Mariquita, la sombrerera



Artículo inédito de Emilio sobre Mariquita Molina, madre de Vázquez. 

Mariquita, la sombrerera. 

" Monique Boissonet, además de confeccionar maravillosos sombreros para señoras, dedicó la otra mitad de su vida a algo tan francés como " l'éducation sentimentale ", a la manera de las Claudine de Colette o de Jeanne Weil a su hijo Marcel Proust, en nuestro caso a una niña eternamente asombrada ante el espectáculo de la vida: Mariquita Molina, madre de Angel Vázquez. 

En honor de los sombreros de Madame Boissonet no puedo por menos de recordar que uno de estos sombreros quedó eternizado por Giovanni Boldini - autor del retrato de Robert de Montesquieu - en el retrato de " La Signora Gentille ", nombre de casada de Hebe Varley, hija del primer matrimonio de Ellen Varley, quien contrajo segundas nupcias con el legendario Ion Perdicaris, supuesto súbdito norteamericano, raptado por El Raisuni, jefe de una de las tribus más rebeldes del norte de Marruecos. Este rapto supuso un cambio radical en la política exterior de los nuevos Estados Unidos de América, viéndose por ello obligado Theodore Roosevelt a enviar navíos de guerra a la bahía de Tánger. El alto pago del rescate económico se lo repartieron a partes iguales el raptado y el raptor. 

" La Signora Gentille " y su maravilloso sombrero, obra de Boldini, fue la madre de dos mitos tangerinos: Nelly, luego convertida en princesa Likacheff, y Maddalena, luego también convertida en baronesa Languerheim. El sueño de Ángel Vázquez - aunque él siempre nos confesara tener malos sueños - hubiese sido reunir éstos y otros mitos tangerinos, desenmascararlos , organizando así el clásico baile de carnaval de la vida y de la muerte, con un transfondo común: la gran mentira del colonialismo. 

Todo en la vida de Mariquita Molina fue muy particular, de ahí que el resultado fuese también muy particular. Para empezar su Pigmalion fue una mujer admirada en Tánger por su vitrina de sombreros para uso y asombro de unas señoras muy fin de siglo, pero con un nuevo siglo ya iniciado y con síntomas de traer cambios más que inesperados. Y a no olvidar que la delicada vitrina estaba ubicada en lamento ces más céntrica calle de la ciudad, los " Siaghins" donde mendigos y aguadores sobrevivían como si de siglos del pasado se tratara. Esta abismal diferencia en el tiempo hizo sentir a los europeos una superioridad que habrían de pagar muy caro en el futuro. 

A Mariquita Molina la cuidaría madame Boissonet como si de una planta de invernadero se tratase, y así creció, aunque la planta no perdería nunca sus aromas andaluces de origen. A Mariquita Molina la envolvió un encanto tan particular como diferente, al igual que a su hijo Angel Vázquez, encanto que ambos conservaron a pesar de tener que sobrevivir con la marea de la vida en contra. 

A Ángel Vázquez lo recuerdo como a un náufrago siempre a salvo gracias a su particular y misterioso salvavidas con el que se fue de este mundo, asombrándonos una vez más, aunque esta vez fuese la definitiva. Lo que sí sigue vivo es el privilegio de haber conocido a un diferente entre los diferentes. 

En su afán educativo, Monique Boissonet envió a Mariquita al selectivo colegio de " mademoiselle Robinet ", centro de enseñanza que perdió su razón de ser al establecerse los liceos franceses como la fuerza más positiva del colonialismo galo m

Del colegio de " mademoiselle Robinet " ha quedado un tan sorprendente como vivo recuerdo de la celebración de sus finales de curso, gracias a unas fotografías color sepia, de las representaciones teatrales de destacadas piezas infantiles, en el Teatro Cervantes de Tánger. Fotos que, aún hoy, nos sorprenden por su inusual elegancia estética, fotos de la representación de " La bella durmiente ", de Edmond Rostand ( hijo del autor de " Cyrano de Bergerac " ) o de la adaptación que el propio Maurice Maeternick hiciera para usos infantiles de " El pájaro azul ". El autor de tan " mágicas " representaciones era el hermano de mademoiselle Robinet, director artístico de la ópera de Niza, del que ha quedado un tan insólito como peculiar recuerdo: en su bragueta ( con perdón ) en lugar de usar botones, usaba imperdibles. 

En una de las fotos de " La bella durmiente ", en la que la durmiente es una muy bella niña, que luego, de mayor, habría de enseñorearme la infancia, y junto a ella, Angel Vázquez y un servidor descubrimos, varias décadas después, a su madre, a Mariquita Molina en el papel de un paje. Ignoro el porqué, pero siempre asocié a las imágenes que se conservan de una Mariquita Molina joven, con ciertos dibujos de Grau Sala. Cuando yo la conocí era ya un ser acabado, en una casa en la que apenas quedaban muebles, sentada junto a una mesa, con un vaso de whisky en una mano, y en la otra un libro entreabierto: el " Peter Ibbetson " de George du Maurier. En la habitación había varias cajas vacías de whisky y muy bellos trancados de cintas de seda de colores, en los que era, al parecer, una artista, hábito éste que conservaba de su pasado de sombrerera. Solo le dije que no había leído " Peter Ibbetson " y me contestó: " Lléveselo, yo ya lo he leído y lo prefiero en su estilo a " Cumbres Borrascosas ". Ella y el marco que la rodeaba eran la viva escena de una pieza teatral de Tennesse Williams. E igualmente la recuerdo en una fotografía por su extraordinario parecido con la actriz Lllian Gish, imagen que conservo a la manera de ciertas imágenes congeladas del cine mudo. 

Cuando Monique Boissonet se supo enferma nada le dijo a nadie. Afortunadamente Mariquita por puro instinto llevaba ya tiempo ayudando a su Pigmalion y sorprendiéndola con el entusiasmo y creatividad con que aprendía el arte de confeccionar sombreros de señoras. Unas señoras a las que el tiempo habría de convertir en bellas ilustraciones de un pasado tan alegre como confiado, ya a las que, de seguro, habría de cogerles desprevenidas nada más y nada menos que una Primera Guerra Mundial. Aunque antes de que el mundo cambiase de color Monique Boissonet tenía ya decidido su futuro y sin más le confesó a Mariquita: " Estoy cansada y tú ya eres una sombrerera con estilo propio, y aunque tú lo misma lo ignores, hay muchas clientes que no lo ignoran, por éste y otros motivos muy personales, he decidido mi niña que dividamos nuestro trabajo. Yo seguiré con las pocas clientes que aún quieren sorprender con sus sombreros, y el resto, que es la mayoría, te las cedo todas a tí ". Para una Mariquita Molina con apenas veintiún años tal decisión la dejó sin repuesta. Monique Boissonet rompió el silencio y añadió: " A todos nos llega la hora de las decisiones y yo te voy a ayudar a que ésta sea para tí una decisión en la que nada quede roto, la providencia ha dejado un local vacío casi enfrente y éste va a ser la sombrerería de Mariquita Molina ". 

Y lo fue. De todo se hizo cargo madame Boissonet, hasta del más pequeño detalle de la instalación de la nueva sombrerería, y para colmar su afecto, le dejó incluso pagado el alquiler durante un año, lo que no fue necesario pues a los pocos meses le sobraban clientas a Mariquita Molina. Así fue todo de sencillo. Mariquita, a su vez, tuvo que coger dos jóvenes operarias a las que habría de enseñarles a confeccionar sombreros. Alquiló un piso con su madre en el paseo que la cuidad de Tánger por libre decisión de sus habitantes quiso que se dedicara al doctor Severo Cenarro, creador de la Comisión de Higiene, indiscutible origen del Tánger moderno, luego recibida como " ciudad internacional " para envidia de muchos. El doctor Severo Cenarro fue uno más de entre los muchos olvidos de España. 

Hasta el día que abrió Mariquita una herida que nunca cicatrizó. El día en que tuvo que acompañar abrazada a Monique Boissonet, en la lancha de la Sanidad. Hasta el barco de la Compañía Paquete que unía Tánger con Marsella, y que en el " camarote número cero " y al cuidado de una enfermera de la Cruz Roja, eran devueltos a Francia los enfermos terminales que podían pegarse el lujo. El mundo entero está plagado de tumbas anónimas de trasterrados. 

En Tánger quedó Mariquita. Una ciudad de la que su hijo se despediría con desesperado y agrio adiós, con un libro incalificable, con un libro único. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario